Monorol ☆ Escape
Quinto año había acabado con risas, abrazos, palabras de aliento y nervios, quinto año termino con una copa ganada y otra pérdida, termino con el ánimo en las nubes, con los sueños ocultos y los recuerdos eternos. Quinto año termino para comenzar un maravilloso verano.
Tenía los mismos planeas, pasaría un tiempo con sus padre y luego de iría con los Potter, como todo verano, sabiendo que no podría aguantar mucho con su familia. Sus padres lo fueron a buscar, la mirada de decepción fija en sus ojos, el orgullo para Regulus, los ignoró como siempre hacia, ignorando el dolor y la pregunta que siempre se hacia "¿Por qué no me aceptan?" Ya acostumbrado a dejar todo atrás, oculto en lo más profundo de su mente, al llegar a casa, subió rápidamente a su cuarto, dispuesto a quedarse encerrado todo el día si era necesario. La puerta de casa sonó y supo que solo estaba con su madre, tragó, intentando no temblar de miedo, luego la escucho.
"¡Sirius Orión! ¡Baja en este instante!" suspiró, volviendo a guardar sus cosas en su baúl, se levantó y bajo las escaleras, directo al salón en donde sabría lo estaban esperando. Su padre y Regulus no se veían en ningún lado y frente a él, imponente su madre, Walburga Black quien le miraba fría, como siempre.
- Madre - Susurró, mordiéndose la mejilla mientras está se levantaba de su asiento y dejaba su copa de vino a un lado.
Nada bueno venía, si estaba bebiendo vino.
"Ya tienes dieciséis años y es hora que te unas a la causa de grandeza" Mantuvo su mirada en el suelo, pidiendo que no sea lo que creía. "Es hora que demuestres ser un digno Black, mañana vendrá nuestro Señor Oscuro, te entregara la marca oscura" Levantó bruscamente la mirada del suelo, negando al escucharla, Walburga le miró con el ceño fruncido y rápidamente le dio una cachetada, agarrándolo de las mejillas y enterrando sus afiladas garras en ellas.
"Escuchame bien, patética basura, ya has insultado y avergonzado nuestro apellido, mañana entregaras tu blanco antebrazo y te dejaras marcar" Dijo.
- Primero muerto - Susurró, Walburga río cruelmente, empujándolo y sacando su varita.
"Tendremos que ablandarte, entonces" El miedo le hizo estremecerse en lo que la sonrisa de aquella mujer se hizo más pronunciada. "¡Crucio!" Si su padre y hermano hubiera estado presentes, hubieran escuchado el grito de agonía que salió de la boca de Sirius.
¿Cuántos fueron? ¿Cuatro crucios? Varias maldiciones oscuras que no conocía y también golpes y patadas quien iba a suponer que la mujer que detestaba a los muggles se rebajaría a aquellos actos.
Fue una completa tortura, su sangre su derramada junto a sus lágrimas.
¿Por qué? ¿No podía su madre amarlo?. Quedó durante varios minutos tirado sobre el suelo, hasta que Kreacher apareció para dejarlo en su cuarto, una vez dentro, no supo de dónde saco fuerzas, pero, tomo todo, todo lo suyo, dinero, ropa, todo, encogió su baúl y lo guardo en su bolsillo. Aún llorando, se levantó tambaleándose de su cama, la noche estaba negra y su escoba preparada.
Apuntando a las paredes de su cuarto, susurro el único hechizo que no permitiría borrar la vergüenza que le dio a su familia, con una sonrisa arrogante en su maltratado rostro, tomó su escoba, abrió la ventana y huyó.
Se largó, voló por varias horas, el sol ya había salido y la mañana estaba fría, se detuvo una vez llegó a las afueras de Potter Manor.
Temblando, mareado y adolorido logró tocar la puerta.
"¡Sirius!" Fue lo último que escuchó, cayendo a la oscuridad, acurrucado en cálidos brazos que después sabría eran los de Fleamont Potter.
Durante un tiempo creería que era Walburga la causante de todos sus sufrimientos, quien iba a creer que después, descubriría la verdad
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